21 DE AGOSTO: DÍA DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

Publicado en por Ismael

 

“Pues yo os digo:

Amad a vuestros enemigos

y rogad por los que os persiguen,

para que seáis

hijos de vuestro Padre celestial,

que hace salir el sol sobre buenos y malos….

Vosotros, pues, sed perfectos,

como vuestro Padre Celestial es perfecto

 

Mateo 5, 44-45.48

 

SANTIDAD

 

A punto de comenzar el Capítulo General, que es el encuentro oblato más importante, que tiene lugar cada cuatro años, pidamos al Señor la gracia de la conversión personal, camino seguro para experimentar la santidad a la que el Señor nos llama. Por eso, pidamos para que los misioneros oblatos sean santos, mejor manera de ejercer su ministerio entre los más pobres, y mejor testimonio vocacional, para que otros experimenten a través de ellos, la llamada del Señor.

 

 

"Cristo amó a la Iglesia y se entregó Él mismo por ella, con el fin de santificarla y purificándola en el bautismo del agua con la palabra que acompaña, para presentar ante sí mismo esta su Iglesia gloriosa sin mancha, ni arruga, ni cosa parecida sino santa e inmaculada." (Ef 5, 25-27)                                                                                                                                                                                 

 

 

 

 

 

 


SANTIDAD EN LOS MISIONEROS OBLATOS

 

Señor Jesús, que tu Espíritu suscite nuevas

vocaciones en la Congregación de los Misioneros Oblatos.

Escoge hombres y mujeres que con un profundo deseo de santidad,

se sientan llamados a

entregar su vida a Ti y a los hermanos.

Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

 

"¿Qué han de hacer los hombres que desean seguir la huellas de Jesucristo, su divino Maestro, para reconquistarle tantas almas que han sacudido su yugo?. Deben trabajar seriamente por ser santos, y caminar resueltamente por los senderos que recorrieron tantos obreros evangélicos, que nos dejaron buenos ejemplos de virtud en el ejercicio del mismo ministerio al que ellos se sienten llamados. Deben renunciarse completamente a sí mismos, sin más miras que la gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la edificación y salvación de las almas”

 

 

 

San Eugenio de Mazenod, del Prefacio de las Constituciones y Reglas, 1826

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